Eutanasia o esperanza - La decisión más difícil de nuestras vidas | Episodio 3
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Tiempo de lectura 14 min
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Hay momentos en la vida para los que nunca puedes prepararte, aunque teóricamente los conozcas. Para nosotros, ese fue el momento en que tuvimos que despedirnos de Vito.
Vito no era sólo nuestro perro. Era familia, alma gemela, maestro y el origen de nuestra marca Vitomalia. Su nombre sigue vivo en nuestra empresa, pero su lugar en nuestra vida cotidiana está vacío.
En este episodio, te llevamos al viaje más difícil de nuestras vidas: decidir si le damos otra oportunidad a Vito o si ha llegado el momento de dejarlo marchar.
Hablamos abiertamente de por qué decidimos aplicar la eutanasia, qué pensamientos, dudas y temores nos acompañaron, y por qué esta decisión fue también un último acto de amor.
Este blog está dirigido a todos los propietarios de perros que se enfrentan o se han enfrentado a esta decisión. Nos gustaría compartir con ustedes lo que hemos aprendido para darles la sensación: No estáis solos.
Antes de hablar de la decisión más difícil, tenemos que dar un paso atrás: al historial médico de Vito.
Vito padeció enfermedades crónicas durante años:
Colitis ulcerosa histiocítica (una forma especial de EII)
Enfermedad autoinmune lupus
Ambas son enfermedades que también se conocen en humanos: cuadros clínicos graves y complejos que afectan a todo el organismo. Gracias a los estrechos cuidados veterinarios, los ajustes dietéticos y la medicación (incluidas altas dosis de cortisona), pudimos dar a Vito una buena vida durante mucho tiempo.
Sin embargo, estos cuadros clínicos suelen ir en contra del organismo. Los efectos secundarios de la medicación debilitan el sistema inmunitario, e incluso pequeños factores de estrés -como una estancia en una perrera- pueden causar importantes contratiempos.
En enero de 2025, Vito parecía estable. A pesar de su enfermedad, parecía feliz, le gustaba moverse y era "Vito como siempre". Decidimos tomarnos una semana de vacaciones sin perros, una decisión que no tomamos a la ligera. Vito y Amalia se fueron a una residencia canina con experiencia.
Pero a su regreso, estaba claro que algo había cambiado. Vito presentaba un aumento de la diarrea, sangre en las heces, pérdida de peso y apatía. Empezó a rechazar la comida, una señal de alarma que suele ser el último paso instintivo de los perros antes de morir.
Lo intentamos todo: cambiar su dieta, cortisona, asesoramiento nutricional, visitas al veterinario, incluso nos planteamos una terapia de sustitución de testosterona. Pero los análisis de sangre mostraban una realidad catastrófica: hígado y riñones al límite, sistema inmunitario casi inconmensurable, hemorragias internas, hemorragias cutáneas, hemorragias nasales.
La decisión de practicar la eutanasia a un perro es, sin duda, una de las tareas más difíciles a las que nos enfrentamos como propietarios. No es una decisión puramente médica, sino profundamente emocional y ética: ¿cuándo termina la esperanza y cuándo empieza el aferramiento innecesario?
Esta fue exactamente la cuestión que se planteó con Vito. Un perro que vivió con enfermedades crónicas durante años, acompañadas de dolor, intentos de terapia, esperanzas y reveses, y al final se dio cuenta de que su cuerpo ya no podía más. Lo que a nosotros nos parecía una decisión, quizá hacía tiempo que él la había tomado desde el punto de vista de la etología animal.
Comportamiento preterminal
En medicina veterinaria se habla de "comportamiento preterminal" cuando los animales muestran cambios característicos semanas o días antes de su muerte: Rechazo de comida, retraimiento, menos reacciones a estímulos ambientales, periodos prolongados de sueño y descanso. Estos cambios no son un comportamiento desafiante, sino la expresión de un organismo que se prepara para morir.
Esto puede explicarse científicamente: El metabolismo se detiene, el sistema inmunitario se colapsa y los sistemas orgánicos empiezan a fallar. En el caso de Vito, también había signos visibles: hemorragias nasales, hematomas, sangre en las heces. Desde el punto de vista veterinario, la pregunta ya no era "¿Puede curarse?", sino "¿Cuánto tiempo le queda, y cómo debe ser este tiempo?".
proceso mejor.
Psicológicamente, esos momentos son una situación excepcional. Los estudios de psicología humana demuestran que las personas solemos caer en las llamadas distorsiones cognitivas en situaciones de duelo. Reprimimos ("Mañana estará mejor"), racionalizamos ("Quizá se equivocó de medicación"), desarrollamos sentimientos de culpa ("Debería haberme dado cuenta antes"). Todo esto bloquea la sobria toma de conciencia: el perro hace tiempo que ha dado la señal de que quiere irse.
A diferencia de nosotros, los humanos, los perros viven exclusivamente el momento. No se preocupan por el mañana, no temen a la muerte como nosotros. Si rechazan la comida, si se retraen, si ya no quieren salir, no se trata de rebeldía o dramatismo, sino de una reacción instintiva a su propio estado físico. Muchos propietarios de perros afirman que su mascota se ha vuelto "diferente" en los últimos días: más tranquila, más ausente, a veces incluso amable, como si se estuviera despidiendo.
Esta es una de las cargas éticas más pesadas para nosotros, los humanos: Tenemos que interpretar estas señales sin que nuestro perro pueda decírnoslo con palabras. Tenemos que decidir si nos aferramos por miedo a perderlo o si lo dejamos ir por amor.
En cinología, hablamos con razón de la eutanasia como un acto final de amistad. Esto no sólo significa que no dejamos solo al perro, sino que le protegemos activamente de un largo y doloroso proceso de muerte. Esto quedó especialmente claro en el caso de Vito: su tendencia a las hemorragias internas significaba que, si no se hubiera hecho nada, probablemente habría muerto desangrado internamente en pocos días u horas, un proceso que el veterinario describió como "agonizante".
Eutanasia - ¿Qué significa realmente?
La palabra eutanasia procede del griego ("eu" = bueno, "thanatos" = muerte) y significa literalmente "buena muerte". En medicina veterinaria, describe la inducción selectiva de una muerte lo menos estresante y dolorosa posible, normalmente mediante una sobredosis de anestésico. Los estudios demuestran que los perros a los que se practica la eutanasia en su entorno familiar, rodeados de personas conocidas, muestran significativamente menos signos de estrés que los perros que tienen que hacer este último viaje en el hospital.
No obstante, el momento de la decisión sigue siendo un estado psicológico excepcional. Muchos propietarios afirman que sólo comprenden en retrospectiva la claridad con la que su perro demostró que estaba listo para irse, y que la decisión de esperar a menudo surgió del dolor humano, no de la necesidad del animal.
Para las dos, Lui y Paulina, éste fue el mayor debate: ¿queremos esperar, probarlo todo... o darnos cuenta de que ya lo hemos probado todo?
Pasamos días, semanas de hecho, analizando cada síntoma, discutiendo cada nuevo intento, aferrándonos a cada esperanza. Pero en algún momento tuvimos que preguntarnos sinceramente: ¿seguimos haciendo esto por Vito o lo hacemos por nosotros mismos?
La decisión de dejar mar char a Vito no fue una decisión de rendirse. Fue exactamente lo contrario. Fue el mayor acto de amor que podíamos darle. No queríamos que sufriera, no queríamos que muriera solo en el hospital en algún momento, no queríamos que siguiera luchando sólo porque teníamos miedo de despedirnos.
Una vez que lo tuvimos claro para los dos, lo supimos:
Durante esta fase, aprendimos que no sólo cuentan los valores sanguíneos o los diagnósticos.
El indicador más importante era el propio Vito.
Hemos observado a Vito, con una mirada que va más allá de lo evidente.
Y lo que vimos estaba claro:
Se retiró.
Rechazaba la comida, incluso sus queridas golosinas.
Ya no reaccionaba a los estímulos que antes le motivaban.
Su postura era encorvada, a menudo tenía las orejas echadas hacia atrás y desviaba la mirada.
No se trataba de un perro viejo cualquiera, sino de uno que había llegado al final de su vida.
Los perros suelen mostrar su dolor y su comportamiento moribundo de forma sutil. A diferencia de los humanos, que nos quejamos o buscamos ayuda activamente, los perros se retraen.
Dejar de comer no es un comportamiento "obstinado", sino un proceso biológico:
Durante el proceso de muerte, el organismo se apaga, el metabolismo se ralentiza y la sensación de hambre desaparece.
Los animales con dolor crónico o enfermedades autoinmunes en particular "saben" cuándo ya no pueden más, a menudo mucho antes de que los humanos podamos aceptarlo.
Recordamos bien esta mezcla de esperanza y represión.
Paulina se sentaba a menudo con Vito, le tendía su comida favorita, le acariciaba la cabeza y le hablaba.
Y sin embargo, en algún momento llegó esa mirada: "Por favor, suéltame".
No fue fácil reconocerlo.
Pero fue el momento en que tuvimos que redefinir nuestro papel: ya no ser los que curan, sino los que acompañan.
Cuando estábamos sentados con Vito en la clínica veterinaria, ocurrió lo que llevábamos meses temiendo:
La sobria evaluación del veterinario.
Miró los valores sanguíneos, examinó las mucosas, escuchó el corazón y los pulmones... y luego dijo en voz baja:
"Ya no es cuestión de si ha llegado el momento, sino de cuándo".
En los perros con enfermedades crónicas como Vito -que padecía colitis ulcerosa histiocítica (una forma grave de EII) y lupus (una enfermedad autoinmune)-, a menudo se llega a la llamada fase terminal de la enfermedad.
Los síntomas:
Inflamación masiva
Falta de glóbulos rojos (anemia)
Debilidad, hemorragias (por ejemplo, hemorragias nasales, hematomas)
Fallo multiorgánico (riñones, hígado)
Aunque fármacos como la cortisona ayudan suprimiendo el sistema inmunitario, pueden tener el efecto contrario a largo plazo:
El sistema inmunitario se apaga, aumenta la susceptibilidad a las infecciones y el organismo ya no tiene reservas.
Cuando el veterinario nos dijo que Vito probablemente se estaba desangrando internamente, que sus glóbulos rojos habían descendido casi a cero, por fin nos dimos cuenta:
Ya no hay plan B.
Y aunque lo sabíamos racionalmente, emocionalmente... fue un batacazo absoluto. Habíamos probado muchas terapias, desde la nutrición a los inmunosupresores, pasando por ideas experimentales como la testosterona para aumentar la masa muscular.
Pero al final no hay medicación, sólo la pregunta: ¿Le ayudamos a soltarse? ¿O le obligamos a quedarse?
Cuando echamos la vista atrás, nos dimos cuenta de que Vito nos había dado señales semanas antes que habíamos pasado por alto o suprimido.
Su negativa a comer, cada vez más frecuente, su apatía, su evitación del contacto... eran mensajes silenciosos.
Esperábamos que sólo fueran fases.
Explicamos los síntomas con los efectos secundarios de la medicación, con el estrés, con todo lo que se nos ocurrió.
Pero mirando hacia atrás, sabemos que su cuerpo hacía tiempo que había empezado a apagarse.
Cuando estábamos sentados en la clínica veterinaria con Vito, nos sentíamos como en dos mundos a la vez.
Por un lado, había esperanza: tal vez la cortisona volvería a funcionar. Quizá el goteo le estabilizaría. Quizá aún pudiéramos encontrar un tratamiento que le diera unas semanas o unos meses.
Por otro lado, estaba la pregunta silenciosa pero cada vez más urgente: ¿le estamos haciendo realmente un favor en este momento?
En ese momento nos dimos cuenta de lo increíblemente difícil que es esta decisión cuando eres responsable de un ser vivo al que amas.
La eutanasia no es una cuestión de rendirse. Se trata de reconocer que ha llegado el momento en que la responsabilidad es mayor que la esperanza.
Así que estábamos sentados en la clínica, con Vito conectado a un gotero, y en el fondo sabíamos que ya no era una lucha que él pudiera ganar. Era una batalla que queríamos librar, porque no podíamos dejarlo ir.
¿Cómo se sienten los perros al final de su vida?
Los perros viven con fuerza en este momento.
No reflexionan sobre "mañana" o "el año que viene". Es decir
Los perros no temen a la propia muerte.
No saben "moriré pronto", sino que sólo sienten el estado actual de dolor, debilidad y malestar.
Los perros suelen mostrar un comportamiento moribundo de forma sutil.
Muchos se retraen, evitan la comida, parecen apáticos o buscan una cercanía inusual.
El estrés y la tensión de la hospitalización pueden aumentar enormemente el sufrimiento.
Los perros con enfermedades autoinmunes y dolor crónico, en particular, son extremadamente sensibles al estrés ambiental, que empeora aún más su estado de salud.
Un perro al final de su vida ya no se beneficiará de "un tratamiento más".
La atención se desplaza de la curación al bienestar, y el bienestar a veces significa poner fin al sufrimiento.
Cuando el veterinario nos dijo "lo mejor es ayer", nuestro mundo se vino abajo.
Pero en medio de este estado de shock, instintivamente sabíamos que si Vito tenía que irse, sería donde le querían. En casa.
Hablamos con la veterinaria sobre la posibilidad de practicarle la eutanasia en casa. Nos explicó los procedimientos, las opciones y también los datos médicos que nos ayudaron a racionalizar esta decisión.
Por qué la eutanasia en casa puede ser la mejor opción para muchos perros
Los perros son territoriales. El estrés suele surgir cuando se encuentran en un entorno desconocido, con olores desconocidos y sin sus cuidadores.
Una visita a la consulta del veterinario supone estrés para la mayoría de los perros: animales extraños, desinfectantes, ruidos.
En casa, el perro está en su entorno familiar, con su gente, su cesta, sus olores.
Los estudios lo demuestran:
El nivel de estrés de los perros en las consultas veterinarias aumenta de forma mensurable (por ejemplo, a través del aumento de los niveles de cortisol).
Muchos propietarios de perros afirman que sus mascotas pudieron dormirse más relajadas y tranquilas en casa.
Rápidamente tuvimos claro que no queríamos que Vito asociara sus últimos momentos con el miedo. Y queríamos que Amalia estuviera allí para entender por qué su compañero ya no se levantaba. Los perros sufren, y queríamos darle la oportunidad de despedirse.
Cuando fijamos la fecha de la eutanasia de Vito en casa, la sensación era insoportable.
¿Cómo planificar las últimas horas con un familiar?
Estábamos en estado de shock y, al mismo tiempo, teníamos una idea clara: queremos que este momento sea lo más agradable, tranquilo y cariñoso posible para él.
Pusimos a Vito en su cama preferida, que llevamos al salón, donde siempre le gustaba estar. A su alrededor: mantas, almohadas, un poco de aire fresco. Pusimos música y atenuamos las luces.
Amalia estuvo con él todo el tiempo, tumbada a su lado, una visión que nos desgarró el corazón y nos curó al mismo tiempo.
Por qué son importantes los rituales
Es bien conocido en la psicología humana y en la investigación del comportamiento animal:
Los rituales ayudan a afrontar la pérdida porque estructuran el caos.
Los perros también se benefician de los procesos familiares.
Incluso los perros gravemente enfermos suelen percibir los olores, las voces y el tacto.
Hablarles con calma, acariciarles y utilizar elementos familiares puede ayudarles a estar más libres de ansiedad.
Una superficie blanda, olores familiares, un juguete favorito... son "anclajes seguros" para el perro.
Hablamos con Vito, le dijimos lo mucho que le queríamos y lo agradecidos que le estábamos. No dijimos: "Todo irá bien". Dijimos: "Gracias por estar con nosotros".
Eso era importante para nosotros, y probablemente también para él.
Lloramos juntos, guardamos silencio, le acariciamos. Y Amalia también se despidió: le lamió la cabeza con cuidado, se tumbó a sus patas y no se separó de él.
Cuando llamamos al crematorio, nos dijeron que no había sitio para una cremación individual con cita previa hasta la semana siguiente. Nos ofrecieron la posibilidad de guardar a Vito en la cámara frigorífica del crematorio.
Sin embargo, nuestro veterinario ya nos lo había advertido de antemano: muchos propietarios se escandalizan tras una estancia en una cámara frigorífica porque el aspecto del animal cambia drásticamente. En particular, el aspecto de los perros de pelaje suave o piel sensible puede cambiar drásticamente, una visión que a menudo se percibe como angustiosa.
Había nevado durante la noche. El mundo exterior estaba tranquilo, blanco y pacífico. Decidimos que Vito se quedara con nosotros el fin de semana. Le pusimos cómodo, le arropamos con cariño y nos aseguramos de que la habitación estuviera suficientemente fresca.
Teníamos claro que no queríamos dejar a Vito en una cámara frigorífica y recuperarlo el lunes en peores condiciones para nosotros. Decidimos tenderlo con cariño en casa.
Esta tranquila despedida nos ayudó mucho. No era un "se ha ido y no le hemos vuelto a ver". Fue un acompañamiento consciente hasta el último paso. Lo que honestamente nos pareció extraño al principio, se volvió completamente natural y sanador después de este fin de semana para despedirnos de esta manera.
Lo que hemos aprendido de esta experiencia:
No hay una forma "correcta" de hacer el duelo. Cada persona y cada perro viven el duelo de forma diferente.
Pasar tiempo en casa con el animal fallecido puede ayudar a comprender la pérdida y a despedirse conscientemente.
No pasa nada por buscar ayuda, ya sea de amigos, familiares, otras personas relacionadas con los perros o incluso de un asesor profesional.
No pasa nada por estar enfadado, triste, vacío o incluso aliviado: las emociones durante este periodo son complejas y están permitidas.
A menudo nos hemos detenido durante estos días y nos hemos dicho: "Ha desaparecido. Pero ya no sufre". Y eso nos ha dado fuerzas.